miércoles, 13 de febrero de 2008

30 days of night



Basado en la novela gráfica de Steve Niles, David Slade pretende revivir el género vampírico, en franca decadencia desde inicios de los 90. Frente a subproductos tales como las sagas de "Underworld" o "Blade", folletines casi siempre desafortunados que mezclan el cine de acción "a lo Matrix" con efectos especiales de última generación, 30 días de oscuridad constituye una muestra genuina de cine de terror. A continuación resaltaré los aspectos que, según mi opinión, resultan positivos y negativos del film.

Lo bueno:
El transfondo de la historia, una comunidad en los límites del círculo polar ártico donde el sol se oculta durante un mes, es sencillamente magistral; cuesta creer que ningún escritor o guionista del género vampiresco halla caído hasta ahora en semejante trama. Por otra parte, el cerrado microcosmos de la cinta, el pueblo de Barrow, recoge el testigo de la mejor literatura americana de vampiros, como el Jerusalem'lot de Stephen King.
La fotografía, sin llegar a los extremos de "Sin city" o "300", se muestra eficaz a la hora de recrear el entorno de novela gráfica de la película, aunque quizás con un exceso de primeros planos. Son también destacables las tareas de maquillaje y diseño de los vampiros, a los que se consigue dar un aspecto original (yo les habría dado un punto menos de modernidad y más de decrepitud).
Agunos detalles de la película también son destacables, especialmente la inquietante visión del gigantesco y oxidado rompehielos varado en el hielo, que nos hace interrogarnos acerca de la procedencia de estos seres bestiales. Sin embargo, este detalle (junto a otros pocos, como su gutural lengua) no llegan a enriquecer el boceto demasiado esquemático que se traza acerca de la cultura de los vampiros y que se adivina francamente interesante.
Lo malo:
Esto último es, en mi opinión, el argumento que falla en la película: si bien es cierto que no se debe llevar a un extremo el elemento romántico o shakespiriano del vampiro (de los que adolecen, respectivamente, el "Drácula" de Coppola como la "Entrevista con el Vampiro" de Rice), tampoco es cuestión de confundir al mismo con un zombi o un licántropo descerebrado, arquetipos ya bien dibujados en la mitología del horror. Como puede percibirse en la fuente literaria original, la novela de Stocker, el existencialismo del vampiro esta impregnado de una acritud reptiliana poco dada al lamento o al enamoramiento, pero siempre está presente. Y en la película, apenas si la salva la espeluznante interpretación de Maslow, el jefe de los vampiros, llevada a cabo por el actor Danny Huston (con mucho, el mejor del reparto).


Estamos, por tanto, ante un intento parcialmente exitoso de reinvención del género, que sin embargo, hay que aplaudir, y ante un referente que es probable que influya en las películas de vampiros que se rueden en el futuro próximo.
Calificación: gore vampírico (6,5/10)

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