martes, 3 de febrero de 2009

Glosario de Simbología Gótica


Este pequeño glosario, improvisado y revestido de cierta coña, pero a la vez serio y transcendente, va dedicado a los que nos autodenominamos "góticos". Con el trataré algunos símbolos de nuestra identidad desde una perspectiva psicoanalítica, literaria, esotérica...Espero que habrá un pequeño y delicioso debate.

1) El negro: color de la nigredo alquímica, simboliza lo inconsciente, lo inanimado, el infinito, la muerte en su aspecto de no-ser (muy ligado por tanto con el idealismo romántico alemán de Fichte, Schelling, Hoderling etc). De todas formas no debería confundirse con el color ritual y religioso de la muerte, que es el blanco (símbolo de pureza) en casi todas las culturas, desde egipto a china. Pureza y muerte, siempre unidos de la mano.
(A modo de anécdota: el negro, precisamente, lo vestían los griegos que temían, por alguna causa, ser requeridos por el ánima del recién finado. Vistiéndose de negro, esperaban no ser reconocidos por el difunto y así escapar a su venganza.)


2) El vampiro: como héroe byroniano, romántico. Adquirir, como fundamento de la propia consciencia (y por tanto, de la vida misma), la idea de un destino individual que hay que cumplir a expensas de la sociedad e, incluso, de la naturaleza misma. Una tragedia de tintes clásicos, por lo irrealizable de la misma, pues ¿quién puede superar su propia naturaleza? En este punto, podríamos reseñar, desde mi punto de vista, la naturaleza claramente vampírica del más antiguo héroe griego: Aquiles (Léase el Canto XXII de la Odisea).
Pero este es el vampiro decimonónico, fijado en nuestra cultura a partir del El Vampiro de Polidori. Los vampiros más antiguos, son harina de otro costal… Si no, léase La Familia del Vurdalak, de Alexei Tolstoi (primo de Tolstoi, el de Guerra y Paz) o véase la película recientemente estrenada 30 días de oscuridad. Vampiros antiguos, nada de romanticismo, pura brutalidad y salvajismo.

3) La vampiresa: obviamente, en una sociedad puritana, el primer convencionalismo que se rompe es el tabú sexual. La mujer, reprimida, expresa su pasión sexual encarnando su aspecto primigenio de ninfa, de sacerdotisa; desligándolo de la mera reproducción. Se produce un retorno a la condición matriarcal que condiciona un comportamiento con respecto al macho no solo independiente, sino tiránico y cruel.
Sin embargo, la autosuficiencia femenina de la vampiresa se opone a la del “machorro” feminista o la hippie “de vello en axila”, pues respeta e incluso incrementa la polaridad sexual, reconocida como fuente misma de la vida. Esto sí, de forma retorcidamente (y deliciosamente) sofisticada. Si no se me cree en este último punto, véase a Ingrid Pitt en la peli The vampire’s lovers (1971) de la Hammer.
El aspecto sexual, por tanto, es mucho más acusado y subversivo en la vampiresa que en el vampiro, pues la poligamia implícita del hombre siempre ha sido reconocida de manera tácita.