domingo, 9 de septiembre de 2007

Perséfone en el submundo (I)

Comienzo a colgar un ensayito que escribí quizás demasiado largo para un sólo post. Lo haré en tres o cuatro partes


Janna ausadhi mantra tapah samadhijah siddhayah[1]

Patañjali, unos de los principales maestros de yoga de la antigua India, dice que se puede lograr kaivalya a través del nacimiento, repitiendo mantras, a través de tapas (no haré el chiste fácil…), logrando el samadhi y mediante soma.

Kailvaya es la experiencia definitiva de liberación a la que puede aspirar el ser humano, el estado inmotivado y vacío de todo objetivo mundano y de las cualidades de la naturaleza (inercia, pasión, inteligencia), que hasta los mismos dioses envidian.

Toda religión es una acción sacrificial. Mediante oblaciones y holocaustos, la colectividad exortiza su culpa, su conciencia dividida. La divinidad, como la justicia universal, siempre demanda un precio por la salvación, en este caso, la oblación o el holocausto quemado sobre el altar sagrado.

La tríada más importante de dioses védicos, dioses de los pueblos arios que en el segundo milenio antes de cristo invadieron y conquistaron la India, pronto pasó a estar muy relacionada con esta acción sacrificial. Y en base a esta, toda la rica experiencia religiosa de la India posterior. Agni, dios del fuego, es el encargado de trasladar desde el altar sagrado hasta el cielo donde reina Indra (dios de la tormenta, equivalente de Zeus, señor supremo de todos los demás dioses), las ofrendas y peticiones quemadas en su honor, cuyo prototipo es Soma, a la vez dios y planta embriagadora.


"En este mismo mundo, […]
donde están las aguas eternamente jóvenes,
haz de mi, soma, un inmortal[2]"


En principio, se dice, el soma era una planta alucinógena que crecía en las montañas del noroeste de la India. Fue recolectada y usada por los arios hasta su migración a las llanuras del Indo y el Ganges. Allí, poco a poco, fue olvidándose su uso. Simultáneamente, también fue cambiando la misma liturgia sacrificial, desde la experiencia sacerdotal y colectiva hacia la experiencia personal y privada, propia del asceta errante. El sacrificio del fuego se internaliza, la ofrenda pasa a ser el mismo ego del sacrificiante, quemado en los ardores del ascetismo (tapas), la meditación (dhyana) y el éxtasis (samadhi). En este sentido, puede decirse que el yoga sustituyó el uso litúrgico y embriagador del soma.


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[1] Luz sobre los Yoga sutras de Patañjali, pag. 57. Kairós, 2003.
[2] Rig Veda, IX, 113.

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